La inocencia

11 Dic

«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».

Podemos estar de acuerdo en que los seres humanos deben comportarse fraternalmente los unos con los otros, pero eso de nacer libres me parece una inocentada filosófica. Quizá los autores de la declaración de Derechos Humanos me dirían que no hace falta ser tan preciso con el lenguaje. Yo les respondería que, de todas las posibilidades, la menor era que el ser humano naciera libre. En todo caso, podríamos adquirir la libertad mediante nuestra razón y conciencia, tal como reza el artículo. Nuestra libertad dependería, en todo caso, de nuestro particular sentido crítico, y de las posibilidades que nuestro entorno nos ofrezca. Así pues, la libertad no nos la provee el nacimiento, si no una relación de fuerzas entre nuestro entorno y nuestra individualidad. Una relación que todas hemos de cuidar, comportándonos fraternalmente los unos con los otros, y con el medio.

Quizá podríamos plantear si una declaración de Derechos Humanos que comienza de manera tan ingenua es sensata y útil para la Humanidad, o si más bien, esta ingenuidad es intencionada, en cuyo caso cabría preguntarnos con qué fin.

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